El libro “Hombres de la Biblia” de Dwight Lyman Moody me ha motivado a compartir esta reflexión con ustedes…
Las Escrituras están llenas de oraciones que nos guían en nuestra relación con Dios. Algunas son detalladas, otras más breves, pero todas nos enseñan algo importante. Hoy, nos detendremos en el evangelio de Lucas 23:39-43 donde presenciamos una petición directa a nuestro Señor Jesucristo. Los invito a abrir sus Biblias y analizar la conversación entre los ladrones y la poderosa respuesta de Jesús.
Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:
¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
Pero el otro criminal lo reprendió:
¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos;
este, en cambio, no ha hecho nada malo.
Luego dijo:
Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús.
Lucas 23:39-43
Imaginemos la escena: Jesús, con su cuerpo destrozado por los azotes, la corona de espinas desgarrando su frente, la sangre brotando de sus manos y pies por los clavos que le sostenían a la cruz. Y los ladrones que también se encontraban crucificados a cada lado maldiciéndolo. El hijo de Dios se encontraba en la posición más vulnerable pagando el precio de nuestros pecados. (Mateo 26:67,68; Mateo 27:29; 27:35; Mateo 27:38,44; Marcos 15:27,32; Lucas 22:63; Juan 18:22).
Es sorprendente como, en medio de la agonía y la humillación de la crucifixión, uno de los ladrones luego de insultarle de pronto vemos que reconoce a Jesús como el Hijo de Dios. A pesar del sufrimiento, la sangre y las burlas, este hombre ve algo más allá de la apariencia física. ¿Qué lo llevó a esta convicción? Las Escrituras no nos revelan los detalles de su transformación, pero podemos imaginar que la actitud de Jesús de sentir compasión y abogar por la multitud diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hace.” Posiblemente fue esto, lo que le llevó a reconocer que, el hombre que el veía en esa cruz es: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. (Apocalipsis 19:16).
Es así como el ladrón se dirige a Jesús y de su boca salen las palabras: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” Que expresión tan llena de convicción y certeza. (Hebreos 11:1; Apocalipsis 22:12).
Las palabras de este hombre que está a punto de morir nos invitan a una profunda reflexión. Aunque las circunstancias nuestras son diferentes, podemos elevar esta misma oración a nuestro Señor Jesucristo. Ya sea en tiempos de alegría o tribulación, Jesús escucha nuestras plegarias he intercede por nosotros. Oremos y digámosle al Señor: “Acuérdate de mí” para que su gracia, paz y su protección reine sobre la vida de cada uno de sus hijos. (Romanos 8:34; Salmo 121:7,8).
Esta invitación a orar no se limita a los hijos de Dios, sino que se extiende a ti también querido amigo, si aún no has experimentado la paz y seguridad que brinda la protección de Dios, al igual que el ladrón arrepentido, puedes decir: “Jesús, acuérdate de mí”.
Cuando vemos nuevamente el pasaje de Lucas, encontramos que la respuesta de nuestro Señor no fue de rechazo o condenación. La respuesta de Jesús es llena de amor y esperanza con la promesa que será consolado y estará en un lugar de plenitud de gozo. Jesús, le contesta: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Hoy, todos podemos tomar la promesa que Jesús le hace al ladrón y comenzar a sanar las heridas que nos inflige este mundo, teniendo la seguridad que disfrutaremos de gozo y plenitud con nuestro Señor y Salvador de nuestra vida.
Last modified: March 12, 2025